El problema de cobrar cada día que trabajas es el vicio. Se
acaba la jornada y recibes el dinero que te corresponde, tu sueldo diario. Y te
lo dan en mano. Varios billetes
juntos, con su tacto, su peso y su olor
entre los dedos. Si eres hormiguita te lo llevas a casa o al banco. Si no lo
eres, te lo gastas. Lo más fácil es irse al bar. Estás cansado de una jornada
tan larga y pones unos cuantos euros en la barra. Refresco, quizás cerveza, tal
vez cubata… y con la vuelta, te acabas echando unas tragaperras. Con el paso
del tiempo y de los días descubres que ya no sólo son las vueltas sino que
cambias billetes de cincuenta para alimentar el apetito de la máquina. Y de
paso, compras tabaco. Hacía tiempo que no fumabas pero el estrés y el cansancio
parecen que se van a cada bocanada de humo. Y el humo lleva a la noche, cuando
se encienden las luces de neón en la carretera que te lleva a tu casa. Y entras
en sitios donde el alcohol es casi tan caro como la compañía. Y las chicas son
amables y no hacen preguntas, no ven defectos y susurran promesas que cumplen a
cada billete que sacas. El problema es cobrar cada día o dejar de cobrar de
golpe y ser un vicioso putero que ya no tiene forma de regresar al mundo real.
UNA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA CRITICA LA ACTITUD DE PEDRO SÁNCHEZ
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En ocasiones, pocas, la realidad es lo suficientemente divertida como para
que haya que inventarse literatura alguna o recurrir a drogas que sublimen
el...
Hace 51 minutos