En el centro de salud todos esperan a que algo ocurra para
romper la monotonía. El dispensador de números no cesa de soltar papelitos al
tiempo que el neón canta, lacónicamente, los turnos de paso a la cabina. Una
pareja de ancianos, más él que ella, como casi siempre, se dejan caer sobre los
asientos de plástico. Él oculta sus ojos maltrechos bajo unas eternas gafas de
sol y ella muestra su conjuntivitis subrayando cada ojo con una lágrima que
enjuga en el pañuelo. El marido se hace con su bastón y el de su señora para
custodiarlos y que no se olviden en el manglar de muletas, apoyos y cayados que
pueblan la estancia. Ella saca de su bolsa infantil, sin duda regalo de alguna
nieta de fin de semana, un periódico y una publicidad navideña del McDonald’s.
Lo abre con mimo y lo ausculta con calma. “Debe de ser un regalo del gobierno”,
le explica a su pareja. “Como el periódico éste que lo da el gobierno, por eso
es gratuito”. Escucho la sentencia, me sonrío y vuelvo la vista hacia el neón.
Aún me faltan varios números.
UNO DE LOS NUESTROS
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Todos hemos tenido a uno de los nuestros de repente jodido. Uno de los
nuestros fastidiado, atacado, insultado, machacado. Las circunstancias,
algún chi...
Hace 2 semanas