lunes, 11 de julio de 2011

CRUCES Y DEMÁS VIANDAS


Aquel bulldog francés era un follador de la pradera. Montaba pelotas, piernas de personas, sillas de mimbre, gatos dóciles, garrafas de lejía y cualquier cosa que no excediese de su altura a la cruz. Pese a tener un fuelle por pulmones y sufrir un infarto en cada monta, el can no cejaba en su empeño reproductor y acometía como una bestia contra todo aquello que se le pusiese por delante. Sus dueños vieron en él un semental en potencia y adquirieron una hembra con quien el perro pudiese desfogarse. La perra maduró pero el bulldog no le prestaba mucha atención. Los dueños, extrañados, no quisieron darle importancia al asunto y pasó el primer celo y pasó la romería.

Este episodio no truncó la fama de fertilizador de nuestro protagonista y su solera cruzó las vallas que servían de frontera. Unos vecinos reclamaron sus servicios y, tras una copiosa cena bajo la pérgola de laricio ruso, se selló el acuerdo entre propietarios y pretendientes. El bulldog se ausentó de su hogar para campar a sus anchas en casa de una nueva hembra. Las noticias fueron llegando del otro lado de la valla y, efectivamente, el furor persistía pero sólo con materiales artificiales y nunca con quien debía emplearse a fondo. Ahora sí, propios y extraños no entendía el comportamiento del supuesto semental que tanto estaba defraudando.

Tras un mes de infructuosa convivencia el perro regresó a casa. Esta vez no hubo cena bajo la pérgola de laricio ruso y un simple apretón de manos bastó como despedida. La decepción era el estado de ánimo generalizado para todos excepto para el falso semental y la hembra de bulldog francés. Su reencuentro fue de lo más emotivo y justificó el porqué de lo ocurrido durante el mes anterior. Aquellos perros se habían enamorado y el macho se había negado a cumplir su natural papel. Pocos meses después de volver a verse nació la primera camada, tras el segundo celo. El macho recuperó sus galones pero cambió su fama, ya no era un semental, ahora era un perro fiel.