sábado, 28 de enero de 2012

NOS GUSTA CÓMO TE MUEVES

El torno giró y JKL recogió el billete que serviría a modo de justificante. Se dirigió a la escalera mecánica y se dejó llevar. Estaba cansado. Su día, repleto de recados y de idas y venidas, le estaba pasando factura con IVA incluido. Pensó en lo que le faltaba por hacer y en que quizás pudiese llegar a casa antes de las nueve, retirar del congelador algún precocinado y adormilarse en el sofá después de medio litro de cerveza.


Aprovechó el lateral de la escalera para limpiarse los zapatos mientras el mecanismo lo hacía descender. La hora punta se disipaba y nadie le adelantó con prisa por la izquierda. La máquina de Thyssen Krupp le depositó en el andén y JKL decidió buscar asiento libre a la espera del metro. Levantó la cabeza y vio un tumulto frente a un tren parado. Había jaleo y unas veinte personas no quitaban la vista de los raíles. JKL se acercó curioso y, al ver hacia el lugar donde todos miraban, descubrió los ojos hinchados de una mujer que yacía muerta, partida en dos por las toneladas del tren. Su ropa estaba manchada de sangre y un reguero de líquido amenazaba con provocar un cortocircuito. JKL no recordó los interfonos que adornaban las paredes de los andenes y que había mirado millones de veces mientras esperaba. Desanduvo el camino, está vez a galope, pensando en encontrar algún trabajador a quien dar la alarma y en que quizás no llegaría a las nueve para poner el microondas en marcha y cenar su precocinado. Con sudores y una palidez desconocida consiguió avisar a un revisor y, consciente de que nada podía hacer, se escapó hacia la calle. Los altavoces anunciaban el cierre de la estación y pedían a los usuarios que desalojasen los andenes.


JKL paró un taxi. El conductor le preguntó la dirección de destino. El coche arrancó y con las ventanillas bajadas, inundándose de la contaminación disfrazada de brisa, JKL contó lo sucedido. El taxista no se sorprendió y soltó una sonrisa cínica, “eso pasa a diario aunque nunca sale en los periódicos. Es para no dar ideas, ¿sabe usted?”. JKL asintió y volvió a pensar en su cena. Ya no tenía apetito pero esta noche se iba a tomar varias cervezas.