martes, 29 de enero de 2013

DEONTOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN


Nadie puede dudar, a día de hoy, que Sara Carbonero es una de las periodistas más afamadas de España. Poca gente se ha quedado sin ver el beso que Casillas le dio a Sara tras la final del Mundial. ¿Por qué no decirlo? Todos los que contemplamos ese momento sonreímos, seguramente azuzados por el estado de embriaguez que se nos vino encima cuando Iniesta de mi vida perforó la meta holandesa.

Hoy Sara ha dicho en un programa de la mejicana Televisa que no todos los futbolistas del Madrid comulgan con su entrenador. Lo ha dicho en una de esas colaboraciones internacionales en las que tanto se prodiga. Yo no dudo de la capacidad de esta chica como periodista, y no lo dudo porque no la conozca, a la chica, me refiero. El caso es que todo esto me hace reflexionar sobre la ética de la profesión y sobre las barreras que quizás no se debían franquear.

Sara Carbonero se ha convertido en un personaje más. Ha pasado a ser noticia en sí misma, en lugar de ser la profesional que acerca la actualidad al ciudadano. Y no de cualquier manera sino manteniendo una relación con el personaje público con más impactos en la prensa deportiva. Iker Casillas es el capitán de la selección y del Real Madrid. Quizás cuando comenzaron su romance, por una cuestión de ética, Sara debería alejarse de la prensa deportiva y dedicarse a otra rama de la profesión. Por supuesto que no está obligada, es sólo una opinión. Pero imagínense por un momento que yo, que tampoco tengo la carrera de periodismo, presentase los informativos de La 1 y me follase a Rajoy. ¿Sería ético?